Esta es la historia de un niño que vivía en el fondo de un adulto responsable y todos los días se aburría.
Hasta que un día, cavando en el jardín encontró una tarjeta «¿Quieres que tus sueños se hagan realidad? Escribe tu título. Se la guardó en el bolsillo y notó que empezaba a vibrar .
Le habló una chica en japonés con acento de doblaje hollywoodiense. Supo lo que decía mirando los subtítulos «Vamos pequeño Jony, sal a la luz».
La miró extrañado -«No me llamo pequeño Jony…»
Ella dijo «¡No me mires! Primera regla: en la impro no se puede decir no».
-¿Qué es eso de la impro?
Ella se rió
-¿Qué te resuena?
Haremos un volcán, di lo primero que se te ocurra.
-«Imaginación» dijo él.
Ella contestó «historia» y luego, personaje, escenario, acción, palmada, conciencia de final.
-Suena muy bien, pero me da un poco de miedo, ¿no me perderé?
-Es normal que te sientas así, busca el lugar donde el bosque se junta con la playa y espera hasta que veas un animal, él te dirá qué hacer. Pero recuerda que «en la impro todo está bien».

Caminando muy despacio y con los ojos cerrados llegó a la playa, y al abrirlos vio un bosque junto al acantilado. Su pensamiento le dijo «joder, mira eso, es un pez, es un puto pez en un bosque explicando en chino cómo se reproduce».
Al cabo de un rato hablando, el pez le dijo que tenía que irse pero que le dejaba un regalo, el niño se secó las lágrimas y lo abrió.
El pez se lo explicó: «es un reloj de tiempo impro, no tiene números ni agujas, porque en el escenario, como en la vida, eres tú quien decide cuánto dura cada historia».
Se despidió, diciéndole que se dejara llevar, que confiara en sus pasos y no se censurara.
Así que, se desvió del camino a casa y entró en un colegio. «Vaya» pensó «así que aquí acaba todo, la magia desaparece en la puerta de un colegio». Pero entró, no tenia nada que perder.
Y dentro vio conejos, ciervos, demonios de Tasmania, guepardos y gorilas, un pastor alemán… Y descubrió que, él mismo, se había convertido en pez.
Caminaron por el espacio y cuando la profesora dijo «tiempo impro», todos se convirtieron en niños sonrientes…
Y desde entonces, todos los martes, niños y niñas se juntan para jugar.
Texto escrito por David Turiño, alumno de la escuela de ImproValladolid.